lunes, 27 de mayo de 2013

EL DOCUMENTALISTA DEL PUNK - Entrevista a Eddie Gotango TV - (mavirockrevista)

Hoy les dejo una genial entrevista a Gotango, pronto voy a focalizar los post mas que nada en la movida skin/ punk de buenos aires, sus fanzines y bandas. salud!

Dueño de un estilo tan desprolijo como original, hace casi treinta años filma ad-honorem recitales under de punk y hardcore. Registró los primeros pasos de Sumo y Soda Stereo y se peleó con psiquiatras, policías, patovicas y hasta con Alfonsín. Crónica de un rebelde que a los 51 años es mantenido por sus padres y se pasa los días difundiendo su arte.

Hay preguntas que no puede responder. No puede, por ejemplo, decir qué día es hoy, ni cuántas veces estuvo preso colgando de la mano izquierda, sostenido apenas de la puntita de los pies, esposado a los barrotes de una celda. Tampoco a qué edad viajó a Estados Unidos, España o Alemania y ni siquiera cuál fue la primera banda que filmó en su vida en Súper 8. No lo sabe. No le importa. No le interesa. No es su carajo.

Lo que sí parece importarle a Gotango –sólo parece– es el mal trabajo de los pintores, que salpicaron con blanco el picaporte de la puerta de servicio de la casa de sus padres, un amplio departamento en el cuarto piso de un edificio en Suipacha al 1200, a pasos de Plaza San Martín. Lleva puesto gorra azul con visera, remera negra gastada que dice Springfield Punk Rock 14, los pantalones camuflados de hace dos días y zapatillas botitas All Star negras manchadas de ciudad en la punta. Camina sacando cabeza, ágil y ligeramente encorvado, con los omóplatos elevados. De la nuca se le escapan unos rizos rubios, albinos, hasta los hombros. Gotango, en rigor Edgardo Cambareri, tiene ojos verde claro acuosos y una edad que nadie sospecha: 51 años. A la derecha y por un pasillo, el cuarto de servicio: su pieza.
No hay cama. Las paredes de la reducida habitación visten del piso al techo cientos de stickers, afiches y panfletos de recitales de Miembro Viril, Superuva, Nueva Ética, Flema, Otra Salida, 200 de Paleta, Massacre, The Exploited, Pelea de Gallos, Loquero, Todos tus Muertos; un mapa político gigante de Argentina y otro con el recorrido del Dakar 2010 Argentina Chile; afiches antiquísimos de El hijo del zorro y El regreso de King Kong; un cartel con dos tetas preciosas; un calendario 2010 de Horcas y un póster con datos de nuestro sistema solar para cortar y pegar. En el piso de parqué, una sillita de playa le hace compañía a un banquito enano de fierro, tapizado en verde lagoprofundo. Desperdigados por el suelo hay fanzines, bolsas, pósters, un muñeco de Papá Noel, una campera, una ojota hawaiana, cintos, una tostadora eléctrica dada vuelta y un monitor viejo. Hay tele catorce pulgadas, equipo de música, conversor de formato, dvd, biblioteca de mimbre repleta de cintas de video, cajas de alfajores y un colchón de gomaespuma vencido, con las sábanas revueltas, encastrado entre tres paredes. Pero no hay cama. Tampoco ropero: los boxers, remeras, camisas y pantalones se amontonan en un rincón.
Antes tenía la habitación que hoy ocupa Ashwe, su hijo de 15 años amante del hockey sobre hielo. Está separado de la que fue su mujer hace años y al chico –y a él– lo mantienen los abuelos, un médico del Hospital Italiano y un ama de casa, Pedro y Mónica Cambareri, de 83 y 79 años.

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Gotango es, desde hace casi tres décadas, el documentalista de la escena nacional del hardcore punk. Sus archivos, cajas de herramientas o de cartón forradas con stickers, atesoran el nacimiento de una movida contracultural y contestataria que tuvo su auge a mediados de los noventa, en lugares emblemáticos como Cemento o Arlequines, y con grupos como Flema, Mal Momento, Dos Minutos, No Demuestra Interés, Diferentes Actitudes Juveniles, Fun People y Massacre Palestina.
Son las tres y media de la tarde de un día frío y gris de junio mientras Gotango camina por Plaza Lavalle. Apura un trago de la botellita de cerveza negra que lleva y enumera las condiciones para ir a grabar un recital: que sea de jarcorepank, que le gusten las bandas, que los de seguridad no lo molesten cuando hace su trabajo pero, por sobre todo, que le den un panfleto de la fecha: "Boludo, ¿si no cómo hago la tapita del video? Tengo que ir a bajarla de Internet y todo es plata, y si yo tengo dos pesos no voy a ir un ciber, me tomo una birra. Si no hay papelito no voy."
Cada tanto escupe y se hace el gracioso interpelando con chistes a la gente que pasa o recreando peleas con patovicas en mitad de la calle con semáforo en verde. Tiene las uñas limadas y es raro, pero el aroma de los aceites que se aplica en el pelo se siente pese al humo negro que escapa de los caños de escape de los colectivos.
Su interés por la filmación nació como excusa: se ofrecía para registrar los actos escolares con la Súper 8 de su padre con tal de no actuar. Después empezó a llevar la cámara a los recitales que daban juntos Sumo, Soda Stereo y Sobrecarga en un tugurio frente al zoológico de Palermo, y cuando aparecieron los primeros grupos de punk, ahí estuvo. Le da lo mismo haber grabado a NOFX en su primera presentación en San Francisco o Sick Of It All en Nueva York, que a Mano Bruja o Radio Vieja, dos conjuntos barriales, en Santa Marta, un suburbio en el corazón oculto de Lomas de Zamora.
Todas las bandas del género con algo de trayectoria lo conocen y estiman su trabajo. "Un mito viviente", lo definió Matt Buzz, cantante de Katarro Vandaliko: "Gotango es el tipo que tiene el mejor material de punk y de hardcore de Argentina. Tiene el comienzo, cómo se gestó todo. Mientras hay chabones que aprovechan la oportunidad para hacer plata, él nunca transó con ningún canal ni nada, así que tiene doble mérito."

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–Mmm, no sé, yo no estoy enamorado de él –me dispara Hermann, cantante de Mal Momento, y me dice que las preguntas sobre Gotango se las vaya a hacer a Gotango. Con su terrorífica mano derecha –de la muñeca al final de los dedos tiene tatuados los huesos–, echa un poco más de sal fina a su chopp y bebe de ese líquido que sabe más a agua de mar que a cerveza.
Es medianoche en Villa Albertina, y el lugar es la casa del dueño del lavadero que los sábados funciona como local para recitales. Gotango se acercó para grabar a la mítica banda punk, que ensaya el repertorio momentos antes del show alrededor de una mesa atestada de cajas de cigarrillos, botellas de vino y cerveza a medio tomar y una Sprite. Junto a algunos músicos cuarentones, el infaltable séquito de novias veinteañeras escucha la voz aniñada de Hermann y el rasgueo de cuerdas de una SG Custom. Afuera, la neblina y la escarcha dominan las calles.
Aunque nunca lo vi de mameluco blanco con tirantes, hay algo en Gotango que me recuerda a Alex, de La Naranja Mecánica. Quizá sus movimientos agraciados, acompañados hoy por una campera holgada y brillosa como el petróleo, un pantalón verde militar bien ajustado, zapatillas de lona negra con cordones blancos que resplandecen por la luz violeta y la infaltable gorrita negra. Con una sonrisa, cuenta que la semana pasada volvía de un recital y se quedó dormido en el colectivo. Se pudo bajar recién en San Telmo, y para pasar el rato mientras caminaba las veintipico de cuadras que hay hasta su casa, escribió su nombre con fibrón en cuanto frente de banco, pared de Legislatura, de empresa o de edificio se le cruzara por el camino.
Antes de que toque la primera banda empieza con las primeras tomas. Su primer objetivo es una nenita de cuatro años que escapa de él como si fuera un monstruo. Ni se le ocurre hacer balance a blanco. Va y viene de un lado a otro, graba unos segundos, corta, graba otros segundos, comparte una cerveza y se para de brazos cruzados en medio del local, para ver cómo acomodan los equipos sobre el escenario alfombrado.
A las tres de la mañana el público estalla con la primera canción de Mal Momento, Macabra Palidez: los gordos de campera con tachas y borcegos empujan, las quinceañeras gritan y bailan los temas que se saben de memoria y los punkys destroy se sacan la remera y quedan en cueros, arrastrándose como pueden entre la gente que se amontona y se mueve como una marea. En medio de todo eso, Gotango se prepara como puede para reventar los últimos minutos de cinta que le quedan. A los costados, alguna parejita abrazada asiente con las cabezas al ritmo de los temas de dos bases.
Cuando se ven sus videos se puede sentir la rigidez de las espaldas con las que Gotango choca, la contracción de los ojos encandilados por la luz de la cámara, los gritos sordos y desafinados de las chicas en medio de las canciones, el dolor de la patada en la cabeza que le dieron a alguien y el incontenible movimiento de la gente. Todo eso mientras intenta enfocar a los músicos.
Como nunca lo vio, testimonial es la frase que eligió como slogan para Go TV, el sello que no tiene registrado. Las filmaciones empiezan horas antes de que arranque el show, con el arribo de las bandas, paneos por los alrededores del lugar y la visita a bares cercanos de precios económicos. Las grabaciones incluyen temas cortados, mucho fuera de foco y planos inexistentes. Se mete en el pogo más furioso, le filma los piecitos minutos enteros a alguna espectadora que haya ido en sandalias y habla con el público en la entrada. Pese a todo, el trabajo terminado no suele superar los 40 minutos de duración.
No cobra por ir a cubrir bandas, y para comprar cintas vírgenes recurre al dinero de sus padres o a lo poco que gana con las copias que vende por encargo o en algún recital, aunque la mayoría las regala para no tener que cargar peso ni estar pendiente de si se las roban del stand.

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Lo dirá al mediodía, a la tarde y a la noche. En jurisdicción de la Comisaría Séptima, de la Décimo Séptima y de la Novena. En su casa, en el bar, en los pasillos de la galería Bond Street y en la sala de sus amigos de Dos Minutos. Pero sobre todo lo dirá cada vez que aparece uno de ellos, caminando con las manos en los sobacos: "No me gustan los ratis."
Sin embargo, a ellos les debe el origen de su nombre: "Gotango nació gracias a los polis, que te preguntaban '¿vos que hacés?, y, toco timbre, pateo tachos, vení a la comisaría´. Hasta que un día '¿vos que hacés?, tango, ¿qué pintas?, tango, ¿qué tocas?, tango, ¿de qué vivís?, del tango, soy tanguero, muy bien, un gusto´. El Go vino después, es de ir con el tango, gracias al tango. En migraciones de Estados Unidos un rati me dice '¿vos qué haces?, yo soy artista, cualquiera es artista, hago tango, ahhh, no me diga, adelante´. Y pasé a los Estados Unidos usando la palabra tango, y no la dejé nunca más."
Siempre tuvo conflictos con la autoridad. Conflictos con sus padres, que lo llevaron a analistas y psiquiatras, que le decían que no vivía la realidad porque no trabajaba y se hacía llamar Gotango, y él les contestaba que era una pelota gigante, más grande que ellos que cuando se murieran no iban a ser nadie, y que él iba a tener cinco estatuas.
Conflictos con la policía, que siempre lo levantaba por estar en la vereda tomando una chela, por no tener documentos, porque el rati cree que lo está filmando a él o que está haciendo inteligencia para robar el banco, y más de una vez terminó colgado del brazo, agarrado con una esposa a las rejas del calabozo.
Conflicto con Alfonsín, porque empapelaron la ciudad con carteles de la UCR cuando asumió en el 83, y a él no le pareció justo y se vengó haciendo graffitis, afiches y collages en la Casa Rosada, el Teatro San Martín, el Colón y la Legislatura con un Gardel de sombrero y traje y la leyenda No me lloren, crezcan.
Conflictos con los patovicas, que en los recitales creen que es del público y les tiene que aclarar: "Yo soy Gotango, vos no sabés quién soy yo, soy una pelota gigante, yo no soy público, soy un artista, filmo", y cuando lo dejan filmar y ve que revientan a los chicos contra el suelo o contra las vallas, los increpa de nuevo diciéndoles que si no fuera por esos chicos que pagaron 70 mangos una entrada, ellos juntarían cartones en la plaza, y ahí se termina dejando pegar entre cinco seguridad.
Gotango tuvo varios exilios. Cada vez que los problemas con su familia o con la policía lo superaban, su padre le pagaba un pasaje de ida adonde quisiera, y se largaba por dos años. Así conoció Berlín, Nueva York, Hawaii, Barcelona, donde hizo lo que hacía en Argentina: ir, cámara en mano, a grabar recitales bandas punk y hardcore.
Orgulloso de sí, sostiene convencido: "Después de ser un boludo, un tarado, un loco; después de no laburar, de ser un vago de mierda, un preso; después, después, después de después, en lo último del tarro, soy Gotango."

fuente:http://www.mavirockrevista.com.ar/entrevistas/item/64-el-documentalista-del-punk#.UaOWe6LfCi7